viernes, 27 de marzo de 2009

¡Cristianos tristes... tristes cristianos!


¡Cristianos tristes… tristes cristianos!
Siempre me pregunto: ¿Por qué hay tantos cristianos de cara triste? Cristianos severos, vestidos de luto, cuya religión se reduce a una serie denegaciones a las cosas buenas de la vida. Cristianos a quienes se les va la vida haciendo guardia al pie de un sepulcro vacío, como testigos de la ausencia de Dios. Simplemente son tristes cristianos.
Francamente, no me gusta esa clase de “cristianismo”. Hace poco conversaba con una joven que me decía que por qué yo era “tan poco serio” (me gusta bromear, reírme, hacer reír, tal vez tenga un poco o mucho de payaso) y yo le respondí a esta joven que se imaginara un mundo donde nadie sonría o ría aunque sea un poco, donde todos se tomen todo demasiado en serio y no se tome aunque sea un poquito de tiempo para ver el lado cómico o agradable de cada situación que vivimos.
Le hablé a esta joven de que hasta Dios reía y sonreía cada día. Ella se sorprendió muchísimo de lo que le acababa de decir: ¿Dios se ríe? Preguntó con sus ojos muy abiertos, y yo le dije ¡¡¡CLARO!!! Pensando que todos sabíamos eso, pero estaba equivocado, aquello era una noticia nueva y difícil de creer para esta jovencita.
Comencé a contarle a esta joven que cuando Dios creó este hermoso universo, no podía estar serio aunque el trabajo era serio. Tenía que tener (valga la redundancia) una hermosa sonrisa al ver lo que estaba haciendo, también cuando creó al ser humano tenía que estar sonriendo. Lástima que esta jovencita mal interpretó lo que dije y me contestó entonces Dios se burla de nosotros. Le dije ¡¡¡CLARO QUE NO!!! Dios no es un sarcástico que se burla de nosotros.
Entonces comprendí que tal vez mucha gente cristiana está con cara de triste o seria porque no saben distinguir entre sonreír o burlarse. Dios no quiere que nos burlemos de nadie, Dios quiere que nuestros rostros y nuestras actitudes reflejen lo que Él está haciendo en nuestras vidas.
Dios se describe a sí mismo como el Dios de la alegría: “Cantarme con júbilo; a aclamarme con cánticos. Lleguen ante mí, con acción de gracias, y aclamarme, como la roca de la salvación” (Salmo 95:1). Cuando a Jesús se le acercaba la hora de la prueba final, le aseguraba a sus seguidores que recibirían una alegría sin igual: “Les he dicho esto para que tengan mi alegría y así su alegría sea completa… les aseguro que ustedes llorarán y se lamentarán, mientras que el mundo se alegrará. Se pondrán tristes, pero su tristeza se convertirá en alegría… Aunque ahora están tristes, cuando vuelva a verlos se alegrarán y nadie les va a quitar esa alegría”.
La calidad de la alegría de Dios la podemos ver en Jesús. Él sí que fue alegre. Serenamente alegre, divinamente alegre, infinitamente alegre, siempre alegre, alegre en la alegría (porque hay muchos que parece que se deprimen en medio de los que están alegres), alegre en el dolor, alegre en el triunfo y alegre en los aparentes reveses de su vida y ministerio.
Las “bienaventuranzas” son toda una novedosa filosofía de cómo ser felices en cualquier circunstancia: alegres inclusive en la pobreza, la persecución o las lágrimas. Y por supuesto, alegres en la práctica de las virtudes, como la pureza de corazón, la paz, la paciencia y la misericordia. ¡Alegres siempre alegres! Eso está en todas las páginas de la palabra de Dios.
Quién dijo que para mostrar santidad hay que estar serios, con el ceño fruncido como si tuviéramos problemas para ir al baño. Nada más lejos de la realidad que eso, Dios nos quiere alegres, risueños porque Él mismo lo es. Debemos diferenciar lo que es reír y lo que es burlarnos de los demás. Lo necesitamos, porque con las caras que vemos muchas veces cuando entramos a los templos de las iglesias, pareciese que estuviéramos entrando al funeral de Jesús y que somos los principales sospechosos de haberlo asesinado, y no pareciera que estamos entrando al lugar donde ¡¡¡CELEBRAMOS!!! Que Él RESUCITÓ, entérense si aun no lo han hecho, ¡Él está VIVO! Y eso es motivo suficiente para que nuestros rudos rostros esbocen una sonrisa, hagamos el esfuerzo mientras nos acostumbramos, luego saldrá espontáneamente y nuestros rostros gritarán ¡¡¡ÉL VIVE!!!

Oración: Esta es “La Oración del Buen Humor” de Tomás Moro y se las dejo como mi oración en esta oportunidad:

Señor, dame una buena digestión
Y naturalmente, algo que digerir,
Dame la salud del cuerpo,
Y el buen humor necesario para mantenerla.

Dame un alma sana, Señor,
Que tenga siempre ante los ojos
Lo que es bueno y puro,
De modo que, ante el pecado,
No se escandalice,
Sino que sepa encontrar el modo de remediarlo.

Dame un alma que no conozca el aburrimiento,
Los ronroneos, los suspiros ni los lamentos.
Y no permitas que tome demasiado en serio
Esa cosa entrometida que se llama el “yo”.

Dame, Señor, un buen sentido del humor.
Que aprenda a reírme de un buen chiste
Y a descubrir el lado alegre de la vida,
Para compartirlo con los demás”.

Experimentando a Dios en mi vida: Dios se sonríe y se ríe conmigo, no de mí. Así como puedo herirlo con mis actitudes y acciones, también puedo sacar una hermosa sonrisa y hasta carcajada de Él. Si mi Dios es alegre y se preocupa por mi alegría, por qué no voy a esforzarme por estar alegre, sonreír y estar feliz si Él me da todo lo que necesito para esto. Dios obra a mi alrededor con gente que es feliz y me contagia, rio con los que ríen y lloro con los que lloran, pero no para quedarme ahí llorando eternamente, sino para que juntos encontremos una razón para reír juntos. Gracias Señor por ser mi motivo de alegría. ¡¡¡SEÑOR RÍAMOS JUNTOS!!! Jajajajaja. TE AMO MÁS CON CADA SONRISA QUE PRODUCES EN MÍ.

miércoles, 25 de marzo de 2009

HOLA, ¿Qué tal? Yo soy Jesús


HOLA, ¿Qué tal? Yo soy Jesús
En esta oportunidad, seré más informal, porque quiero compartir algo de cómo cambió mi vida. Esta experiencia que estoy por compartir, es muy especial para mí porque significó un cambio trascendental en mi vida, y últimamente ha venido a mi mente, no sé por qué, pero la he estado recordando y me pone una sonrisa en mi cara cada vez que la recuerdo. Tenía yo 18 años y estaba en las filas del ejército de mi patria, me esforzaba por ser el mejor en lo que hacía porque Doña Francisca, mi mamá o maíta como le decimos sus hijos, siempre me decía haz siempre tu mejor esfuerzo, si decides ser barrendero de calles debes esforzarte siempre por ser el mejor barrendero de calles que exista, yo sé que ella nunca desearía que uno de sus hijos fuera barrendero pero siempre decía eso para estimularnos, aunque tal vez (ahora que lo pienso jeje) ¿sería que no tenía muchas esperanzas de que yo hiciera algo mejor que barrer las calles?
Bueno, como decía me esforzaba por ser el mejor soldado, ganaba méritos por todo. Era el mejor y más rápido desarmando y armando un fusil, era muy bueno en el orden cerrado, disparando era excelente, tanto que fui francotirador, hice mis cursos de sobrevivencia, antiguerrilla y muchos más destacándome en cada uno de ellos, esto me hacía estar muy orgulloso de mí mismo. Pensaba que no necesitaba de nadie para alcanzar lo que yo quisiera. Pero estaba lleno de soledad y tristeza en mi corazón. Una de las razones por las que decidí entrar a las fuerzas armadas era que pensaba que nadie, ni siquiera esa hermosa viejita Doña Francisca, me amaba. Estaba lleno de rencor hacia todos y hacia todo. Claro, pienso yo hoy día, quién me iba a querer si yo era realmente un ser indeseable, egoísta que solo pensaba en mí mismo, y que le hacía la vida imposible a todos.
Un día salí de licencia por un fin de semana y el día domingo muy tempranito mi maíta me dijo que si la quería acompañar a la iglesia que quedaba a tres cuadras apenas de la casa, como para que no me esforzara mucho, yo le dije que lo iba a pensar mientras desayunaba. Pero, mientras comía lentamente mi comida (cosa rara, porque generalmente como muy rápido) pensaba: ¿Qué voy hacer yo metido en medio de un montón de viejitas que no tienen nada mejor que hacer? Y no voy aceptar que me presionen hacer nada que yo no quiera. Maíta insistió tanto que fui solo para que no me fastidiara más. Al llegar a la entrada del templo, salieron a mi encuentro un montón de jóvenes de mi edad y otros menores y aun mayores pero no mucho, y me sorprendí que me llamaran por mi nombre. Me dijeron, hola Carlos qué bueno que estas aquí (y yo pensaba: ¿por qué saben mi nombre?) tenemos mucho tiempo orando por ti, para que te destaques en todo lo hagas en el ejército y que además para que Dios te proteja siempre. WOW!!! Me impresionaron y me sentí muy bien, pasó el servicio, estuve en una clase donde me preguntaron algo que no recuerdo porque me dio miedo responder, por primera vez en mi vida me quedaba callado sin saber qué hacer ni qué decir, luego pasamos otra vez a la parte principal del templo y ahí me dieron una bienvenida, me hicieron ponerme de pie y todos gritaron (para mi sorpresa) ¡¡¡HOLA CARLOS, BIENVENIDO!!! Y me abrazaron y me sentí muy extraño.
Terminó aquel servicio y regresé a mi batallón esa misma tarde para reportarme de mi licencia, pero me fui todo el camino pensando en lo que había sucedido. En lo bien y a gusto que me sentí en medio de esos evangélicos locos (como los llamaba en ese entonces, bueno para ser sincero aun los llamo así jeje) y que de ninguna manera mis compañeros de milicia debían enterarse de que yo estuve en ese lugar.
Pasó un mes, y yo seguía meditando en aquella experiencia y hasta deseaba salir de licencia pronto para ir nuevamente a ese lugar. Hasta que salí y fui a mi casa y cuando mi viejita me invitó nuevamente a que la acompañara, no lo dudé y le dije que sí. Llegué nuevamente al templo y el mismo recibimiento que la primera vez, las mismas sonrisas y caras que la otra vez, y yo me preguntaba por qué sonríen tanto, es que no se cansan, parecen “misses” de belleza que no paran de sonreír, ¿qué los hace tan felices y que yo no tengo? Pero pronto vendría la respuesta a todas mis inquietudes. Una hermana se me acercó (adivinen, sí estaba sonriendo jeje) y me dijo Carlos, ¿Puedes acompañarme al salón de jóvenes? El pastor quiere hablar contigo, y yo dije ups ¿qué querrá? A lo que la dama me respondió, tranquilo que no es nada malo, él solo quiere presentarte a Jesús. Y yo pensé: ¿Quién será este Jesús? ¿Será algún joven que aun no he conocido? Me imaginaba al pastor entrando al salón con un joven o caballero mayor y que este me diría: HOLA, ¿Qué tal? Yo soy Jesús… pero para mi sorpresa, el pastor entra solo al salón, se sienta y me dice: Carlos, quiero presentarte a Jesús. Yo miré para la puerta y nada y pensé: Yo sabía, siempre lo he sabido, los evangélicos son locos, porque yo no veo al tal Jesús.
Y este hombre, tomó una enorme y pesada Biblia, la abrió y leyó un pasaje: Juan 3:16 “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna” y yo le dije solamente: “y…” y él volvió a mirar su Biblia y me imagino que pensó “esto no será fácil”. Sin dejar de mirar la Biblia me dijo de nuevo el versículo pero cambió algunas palabras: “Porque de tal manera amó Dios a Carlos, que ha dado a su Hijo unigénito, para que si Carlos cree él no se pierda, mas tenga vida eterna” Hey… un momento así no lo escuché la primera vez, y desde ahí empezó a explicarme todo lo que hizo Jesús por AMOR a mí. Y yo pensaba: ¡¡¡no es posible!!! ¡!!a mí nadie me ama¡¡¡ ¿Cómo puede este Jesús hace eso por mí? Y por primera vez sentí que le importaba a alguien, y sentí que alguien me amaba a pesar de ser como yo era.
Lo demás no lo recuerdo porque este pastor habló mucho y mi memoria ya no es tan buena, pero lo que sí recuerdo fue esta pregunta ¿Quieres invitar a Jesús a entrar a tu vida? Y ¿dejar que él te cambie? Yo solo puede responder: Pero ¿Cómo lo hago? Y me respondió con una sencilla oración, ah esta sí que la recuerdo como si la hubiese dicho ayer, claro él me ayudó a hacerla. El pastor me dijo solo repite después de mi: “Señor Jesús, te abro las puertas de mi corazón y te recibo como Señor y Salvador de mi vida, me arrepiento de todos mis pecados, y hazme la persona que tú quieres que sea” Amén
El pastor emocionado me hizo una pregunta más, ¿Qué sentiste cuando hiciste la oración? Sus ojos brillaban esperando la respuesta y yo le dije: ¡!!NADA¡¡¡ el brillo en sus ojos ya no era igual, y la sonrisa se notó un poquito forzada, pero se armó de valor y me dijo, no importa porque igual él está en tu corazón. Y yo dije, ¡!!si usted lo dice¡¡¡ así será, usted sabe más que yo. Pero de verdad Jesús entró en mi vida, porque los cambios comenzaron a ser evidentes en mí aunque yo no me daba cuenta, la gente me decía: Caramba qué cambiado estás, yo pensaba que bromeaban. Seguí asistiendo a la iglesia, tomé clases de doctrina, me bauticé y desde ese entonces he permanecido en sus caminos.
Siempre me he preguntado: si soy extraño por no haber sentido nada en esa oportunidad. Pero el Señor me ha dicho: “Y me ha dicho: Bástate mi gracia” (2 Corintios 12:9), también mi precioso Señor me recuerda siempre esto: “y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:28). “…ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:39)
Tal vez mucha gente diga que hay que sentir cosas como he oído: “un no sé qué…” o “como si me quitaran un peso de encima” pero si tu eres como yo, que no sentiste nada cuando Jesús entró a tu vida, NO TE PREOCUPES, igual Jesús sí entró, porque la única evidencia de su presencia en nuestras vidas es Su Espíritu Santo, y el Señor dijo: “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:16). Solo el cambio que Él genera en ti, es la evidencia de que Él mora en ti. Nada tiene que ver los sentimientos, porque esté triste o feliz ¡¡¡ÉL ESTA CONMIGO!!!

Oración: Señor, gracias porque un día entraste a mi vida y lo revolviste todo, pero no para causar un desorden sino para ordenar el caos que era mi vida. Me has salvado, transformado y guiado por tus sendas. Gracias porque cada día estoy seguro y feliz de haberte conocido, gracias porque aquel 26 de julio de 1985 entraste en aquel salón y me dijiste HOLA, ¿Qué tal? Yo soy Jesús…

Experimentando a Dios en mi vida: Tal vez, Jesús no entró literalmente a ese salón y dijo esas palabras, pero yo quiero imaginármelo de esa manera. Dios usó como instrumento precioso a un hombre rústico que carraspeó su garganta al ver lo difícil que sería presentarme a Jesús, Dios te doy gracias porque ese hombre no se desanimó ante mi actitud, sino que oró a ti pidiéndote sabiduría y pudo tocar la necesidad apremiante que había en mi corazón, la falta de amor, es increíble y el Señor jamás deja de sorprenderme, ¿será por eso que no me aburro de Él? Porque en ese instante oír mi nombre al lado de la palabra AMOR, fue lo que me hizo atender a aquel hombre. Gracias Señor porque como dice aquel canto: ¿Qué sería de mí si no me hubieras alcanzado? ¿Dónde estaría hoy si no me hubieras perdonado? Ante tanto amor solo puedo expresar, ¡¡¡HOLA, JESÚS ¿QUÉ TAL? SOY CARLOS!!! Aquí estoy rendido a tus pies desde aquel día. ¿Sabes? TE AMO

lunes, 23 de marzo de 2009

Volver a lo esencial


Volver a lo esencial
Hay un dicho popular, muy feo para ser sincero, que dice: “Mientras más conozco a la gente, más amo a mi perro” sí es feo, pero encierra la decepción de alguien que no comprende por qué la gente se comporta como lo hace. Desde que conocí al Señor he estado en varias iglesias o congregaciones y también conozco algunas a las que no he pertenecido pero conozco su funcionamiento, también he tenido la oportunidad de conocer mucha gente en este tiempo maravilloso que es el de conocer a Jesucristo como mi Señor y Salvador. Y de verdad, en muchas ocasiones, me ha provocado decir este refrán. Es increíble como los hombres hemos tergiversado la esencia misma del evangelio, lo que el Señor hizo sencillo y ligero (Mateo 11:30).
Cuando Jesús pensó en instituir la iglesia, algo que se gestó en su corazón y por eso está cargado (o debería) de su perfecto amor, Él no pensó en iglesias que hacen las cosas que hoy día vemos en nuestro alrededor. Iglesias con 25 mil miembros, gente pidiendo dinero en televisión o radio en nombre de Dios, iglesias que quieren llenar sus templos introduciendo prácticas del mundo solo para atraer a más personas, o iglesias permisivas del pecado solo para mantener una nómina alta o que sus ingresos no decaigan. O lo que es peor aún, iglesias que no salen de sus cuatro paredes, que llenan la iglesia de reglas absurdas de hombres y que en nombre de la “verdad de Dios” ponen cargas sobre cada uno de sus miembros.
Cosas como esas llenan de dolor mi corazón, y me preguntó: ¿Si a mí me duele, cómo le dolerá al Señor de la iglesia? A ese mismo Señor que muchas veces es excluido de la misma, que pisotean su nombre y aun así estas personas creen que están agradando a Dios con sus acciones. Que muchas veces en sus reuniones administrativas se discute, pelea, insulta y agreden a aquellos que no son de su mismo pensar, y luego para justificar se oye la expresión: “así son las reuniones” o “solo los inmaduros no saben manejar esta situación” o tal vez esta (cada una es peor que la otra) “una cosa son los cultos y otra las reuniones”. Con estas justificaciones absurdas me imagino a Dios con nauseas (porque yo también las siento) al ver u oír estas cosas.
Cuando observo esta situación, solo oro a Dios pidiéndole sabiduría para que nos abra los ojos y nos permita volver al sentir de la iglesia primitiva, donde lo importante era perseverar en la doctrina, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Donde todos estaban juntos y tenían todas las cosas en común y cubrían las necesidades de los menos favorecidos. Vivian con alegría y sencillez de corazón, y sobre todo alababan a Dios (Hechos 2:42-47; 4:32).
Ese es el modelo de iglesia que estaba en el corazón de nuestro Señor cuando dijo: “… tu eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” esa es la iglesia que Dios quiere que hoy día 2000 años después siga funcionando como él la diseñó. Pero nosotros queremos o creemos saber más que Dios y le hemos dado nuestro toque personal para “su mejor desempeño”. Creo que debemos anhelar lo que anhelaron los reformadores, Lutero, Calvino, Zwinglio, etc., como una vez dijeron estos nobles hombres de Dios, “Hay que volver a nuestras raíces, hay volver a la Palabra de Dios”.
Mi corazón anhela cosas como esta, por eso a diario, cuando pido a Dios por la iglesia estas son mis peticiones:
1. Que Dios traiga una convicción suave, pero a la vez poderosa del pecado
2. Que Dios nos dé toda defensa contra el engaño
3. Que la misericordia de Dios nos aparte de juicios peligrosos y mal dirigidos
4. Que Dios nos defienda del empuje poderoso de lo que nos parece correcto pero que en verdad no lo es
5. Que nuestro yo sucumba ante la majestad de Dios
6. Que haya disposición constante y sin reservas para servirle en lo que Él nos pida
7. Que Él reine en nuestras vidas.
Muchas personas se esfuerzan por hacer crecer sus iglesias, cometiendo un gran error, porque el crecimiento de la iglesia pertenece al Señor: “Yo edificaré mi iglesia” fue la afirmación de Jesús para confirmar este hecho y “Si Jehová no edificare la casa en vano trabajan los que la edifican” (Salmo 127:1).
I. EL FUNDAMENTO DE LA IGLESIA: “Sobre esta roca”

II. LA SOLIDEZ DE LA IGLESIA: “Yo edificaré mi iglesia”

III. LA INTIMIDAD DE LA IGLESIA: “edificaré mi iglesia”

IV. EL CARÁCTER INVENCIBLE DE LA IGLESIA: “Las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”

V. LA AUTORIDAD DE LA IGLESIA: “Te daré las llaves del Reino de los Cielos”

No debemos perder la perspectiva o lo esencial de lo que es la iglesia de Dios. Una iglesia como la del libro de los Hechos, que se preocupe más por perseverar en la doctrina y no en lo que le gustaría más a la gente oír o ver para hallar más atractiva la iglesia, donde se enfoque en la comunión los unos con los otros para cubrir sus necesidades más que estar pendiente de cómo está vestido o como huele la persona, donde sea más importante reunirse para orar más que en qué lugar hacerlo y qué día hacerlo, y por sobre todas las cosas donde lo primordial sea alabar al Dios de la iglesia y del universo más que cómo hago para lucirme y parecer un gran adorador.
Por todas estas cosas oro, pero también trabajo, aunque me he ganado enemigos en esta empresa en la que he empeñado, aunque hablen mal de mí pensando que quiero acabar con las tradiciones en la iglesia (que para nada favorecen). Me duele más aun cuando alguien me dice que la única manera de alcanzar “mi sueño” (como si no fuera el de Dios primeramente) es comenzar a formar una iglesia desde cero porque estas iglesias de mucho tiempo ya no tienen remedio (dudando del poder del Espíritu Santo) o que la otra solución es irme a otra iglesia. Que lo que yo deseo solo es una utopía, y que no será posible alcanzarlo hasta que no estemos allá en el cielo (qué esperanza) Confío en mi Dios que me concederá el anhelo de mi corazón de que antes de morir pueda ver una iglesia con estas características.

Oración: Señor, Dios Todopoderoso, tú que creaste la iglesia con un propósito firme y que nosotros los hombres nos hemos encargado de desviar ese propósito, ayúdanos a volver a tu visión para que cada persona que te conozca tenga el mismo anhelo del salmista cuando dijo. “Una cosa le pido al Señor, y es lo único que persigo: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor y recrearme en tu templo” (Salmo 27:4). Señor permíteme poder recrearme en ti cada vez que vaya al templo y no vea los defectos de mis hermanos, que la iglesia que es el reflejo de tu persona no se empañe con nuestro egoísmo. Amén

Experimentando a Dios en mi vida: La iglesia debería ser lo más cercano que los humanos podamos ver a Dios aquí en la Tierra, pero esa imagen está empañada con egoísmo, envidia, celos, soberbia, altivez de corazón y críticas (solo por mencionar algunas). Le doy gracias a Dios porque aunque a veces pareciera que a los auténticos cristianos hay que buscarlos con lupa, Dios siempre me muestra a alguien diferente, que le busca a él de corazón y busca agradarle en todo, gente con el corazón conforme al de Dios. Conocer a personas así hace renacer mi esperanza de que sea posible volver a nuestra esencia como iglesia. Por eso Señor te alaba mi alma por sé que no estoy sólo, hay gente que me acompaña pero por sobre todas las cosas me acompaña mi hermoso Señor… por eso puedo decir: “Yo me alegro cuando me dicen: Vamos a la casa del Señor” Salmo 122:1… CADA DÍA TE AMO MÁS!!!