jueves, 9 de abril de 2009

La Mejor Herencia


Me duele mucho saber de casos donde ancianos se quejan de que sus hijos no pueden cuidar de ellos, noto el dolor en sus miradas y palabras y mi corazón se desgarra al conocer sus casos. Hay un dicho que dice: “Una madre puede cuidar de 10 hijos, pero 10 hijos no pueden cuidar de una madre”. Triste pero cierto, y solamente cuando llega la muerte a estos sufrientes viejitos es que se ven a sus hijos llorando por la pérdida, gastando en costosos y lujosos servicios funerarios, eso me da mucha indignación y muchas veces me tengo que tragar mis palabras de recriminación hacia ellos (y no es fácil que yo me calle). Luego de unos días, y a veces horas, después del sepelio empieza la guerra entre los hermanos (hijos del fallecido) por las pocas o muchas posesiones que dejó. Cada uno de ellos piensan que se merecen la mayor parte de esa herencia por lo que él o ella invirtió en “el cuidado” de su mamá o papá.
Una vez alguien me dijo, con referencia a su mamá, ella nunca fue cariñosa con sus hijos y ella no puede esperar menos de nosotros, ella es la culpable, solo está cosechando lo que sembró. Palabras que salen de un corazón pobre, que justifica sus malas acciones, pero aunque fuese verdad lo que dice, no me imagino que alguien pueda sentir algo así hacia el ser que le dio la vida (Mateo 24:13 dice “de la abundancia del corazón habla la boca”).
Cuando pienso en mi viejita (mi maíta, como le decimos) solo recuerdo a una dulce viejita que se esforzó por hacer de sus diez hijos vivos, personas de bien que fueran personas de éxito y que por sobre todas las cosas fueran felices.
De pequeño recuerdo como se paseaba por cada cuarto en la oscuridad, para cerciorarse de que cada uno de nosotros estuviese bien, nos arropaba con mucho cuidado para no despertarnos. Esa linda viejita que sólo tiene segundo grado de primaria de instrucción, para mí es el ser más sabio que existe sobre la tierra, porque siempre me dio buenos consejos que muchas veces no obedecía para terminar como muchos diciendo: “Maíta tenía razón”. También era como la mujer maravilla o súper mujer, porque cuando tenía miedo en las noches corría a su cuarto y el solo sentir su presencia junto a mí hacía que el miedo desapareciera inmediatamente, nunca supe si ella también sentía miedo pero yo siempre pensaba: “aquí está mi maíta, que venga lo que sea que no tengo miedo”.
Cuando mi maíta conoció a Jesús, creo que pensó (aunque nunca lo ha dicho) que yo debía ser uno de los primeros de todos sus hijos que necesitaba conocerlo, tal vez porque siempre fui y creo que aun soy el más rebelde de sus hijos. Ella empezó poco a poco a hablarme de la Biblia, me explicaba versículos y me invitó a la iglesia donde conocí a Jesús, me predicó el pastor de la iglesia, pero Dios la usó a ella para allanar el camino. Desde entonces ella ha estado muy pendiente de la vida espiritual de cada uno de nosotros, nos recuerda siempre la importancia de congregarnos y leer la Biblia, pero no solo lo dice sino que lo enseña con el ejemplo.
Hoy día mi maíta ya está viejita y la amo cada día más, vivo lejos de ella por causa de mi trabajo pero la llamo constantemente por teléfono, no me canso de oír cada vez los mismos cuentos, aunque lo haya dicho mil veces y me lo cuenta como si fuera la primer a vez, no le digo que ya me lo dijiste. Siento que se lo debo, oírla hablar para mí es un deleite. Me habla de cada dolor y cada achaque que ha sentido en la semana, y me duele oírla decirlo, pero ella quiere compartir toda su semana conmigo y solo la dejo hablar, me encanta oírla, porque cuando no esté tal vez extrañe esos cuentos.
Cuando mucha gente pelea entre ellos por las posesiones materiales que sus padres han dejado, yo le agradezco a mi buen Señor que la mayor herencia que mi madre dejará a sus hijos, nietos y bisnietos es el de que ella nos habló de Jesús. La mayor herencia es que a través de ella Dios pudo mostrarnos Su salvación. No hay mayor posesión que esa, y por esa no pelearemos porque hay suficiente para todos.
Gracias a Dios, cada uno de sus hijos velan y cuidan de ella, solo pedimos porque los años que le restan en este mundo (y esperamos sean muchísimos) sean de paz y tranquilidad. Solo debemos recordar lo que nos dice la Palabra de Dios en Proverbios 23:22 “Escucha a tu padre, que te engendró, y no desprecies a tu madre cuando sea anciana”.

Oración: Gracias Señor por los padres que me diste, porque ellos han sido un ejemplo a seguir, permíteme hacer que se sientan orgullosos de mí, y que pueda honrarlos siempre. Bendícelos y cuida de ellos siempre. Gracias porque los usaste como instrumentos útiles para conocerte a Ti, amén.


Experimentando a Dios en mi vida: Conocí a Dios por la insistencia de mi maíta, ella ha sido más que mi madre, ha sido mi guía, mi amiga, mi consejera y mi heroína cuando sentí miedo. Es Dios mostrándose a mí alrededor a través de ella. GRACIAS VIEJITA, te amo. Eres una bendición de Dios para mí, eres mi ángel.