viernes, 3 de abril de 2009

La sombra del dolor


La sombra del dolor
Esta es una de las experiencias que más me cuesta compartir, aun sin empezar, mi corazón se ha puesto chiquitico y un nudo en mi garganta impide que las lágrimas salgan, pero cuando empecé este blog no me imaginaba lo liberador que es para mí escribir acerca de mis experiencias personales donde he experimentado el amor y el cuidado de mi hermoso Señor. Por esto pienso que una de las cosas que debo liberar mi corazón es del dolor que me embarga cuando recuerdo ésta experiencia y espero que al igual que yo a alguien le sirva y pueda experimentar el tierno cuidado de Dios a su alrededor.
Siendo muy joven y estando recién casado, el anhelo mayor de mi corazón y la alegría más grande que había sentido en toda mi vida (después de la experiencia de ser salvado por el Señor) fue cuando recibí ésta noticia de parte de mi esposa: “estoy embarazada” una emoción me invadió y un gran susto (no lo puedo negar). Mi mente empezó a trabajar a millón, imaginándome ya cuidando al bebé, jugando, llevándola al colegio, aconsejándola, conociendo a sus compañeros de clases, regañándola (pero con amor), y hasta celándola de futuros enamorados que tuviera. Ah se me olvido comentar que lo primero que oré a Dios fue: “que sea una hembra, que sea una hembra, que sea una hembra” y no miento esa fue literalmente la oración que hice porque no sé porqué pero siempre anhelé que mi primer hijo fuese una hermosa niña.
Mi esposa empezó a hacerle sus ropitas, bordaba hermosos dibujos en sus camisitas, y cada vez que yo llegaba del trabajo ella me mostraba lo que había hecho durante el día. Recuerdo que fue a su primer control prenatal (creo que así se dice) y el médico le dijo que todo estaba bien, le indicó que debía hacerse un ecosonograma y no sabíamos ni que era eso (éramos inexpertos en todo) pero mi sabia suegra nos tomó a los dos y nos llevó a la ciudad de Barquisimeto para que ella se hiciera ese examen y estando allí la doctora que manejaba ese aparato nos dijo el bebé está bien, aun es pronto para saber su sexo pero usted (refiriéndose a mi esposa) tiene el útero bicorne y tiene un solo riñón. Pero nos dijo que eso era de nacimiento y que con cuidados ni mi esposa ni el bebe corrían peligro.
Seis meses y medio tenía ya la barriguita de mi esposa, y una noche cuando regreso del trabajo me dan la noticia de que la han llevado de urgencia al hospital porque el bebe se adelantó. ¡Qué! Exclamé y corrí hacia allá. Mi esposa ya estaba en labor de parto y mi mamá me acompañaba, casi toda la noche de pie frente a la maternidad con mi viejita ahí junto a mí solo podíamos orar y lo hacíamos.
Recuerdo que muy de madrugada, no sé qué hora era, después de ver salir muchos niños recién nacidos hacia lo que llaman el retén donde los colocan después de nacer, vi que sacaron un bebe pequeñito, pero muy pequeñito que llamó mi atención y causó una gran ternura, pero seguía esperando noticias, ya que cuando gritaron el nombre de la bebe y de su mamá (era la forma que avisaban a los familiares de las parturientas que ese bebe era su familia) esos nombres no me sonaban para nada porque dijeron mal el nombre de mi esposa y ahora que lo pienso no nos había dado chance de escoger nombre para el bebe porque aun faltaba mucho para su nacimiento.
Pasó mucho rato sin tener noticias y me acerqué a una enfermera mal encarada que me respondió de mala manera, “ya esa mujer parió y la niña está en incubadora en cuidados neonatal”. Fui a donde la “amable” enfermera me dijo y me dieron allí información: la niña (yo pensé gracias Dios por oírme, es niña) pero y cuando oí ese pero algo por dentro acabó con mi alegría, prosiguió la enfermera (ésta sí fue amable de verdad) nació con problemas respiratorios porque sus pulmones no están bien desarrollados aun y esperemos a ver cómo evoluciona su caso, puede pasar un minuto a verla y luego sale.
Entre a esa sala, solo estaba ella, vi escrito su nombre sobre la incubadora, mi esposa en el apremio del momento le puso como yo, su papá, Karla Romero. Me asomé y la vi, era la misma niña que me enterneció al salir de la sala de parto, hay quienes dicen que la sangre llama, y en ese momento pensé que era verdad. La miré y le dije: hola, segunda vez que nos vemos y recuerdo claramente que le dije allí calladito TE AMO. En seguida llegó la enfermera y me pidió salir y pensé que minuto más lindo he pasado.
No sabía yo en ese momento que ese sería el único y último minuto que vería a mi bella hija con vida, dieciocho horas más tarde moriría a causa de un paro respiratorio. Solo un minuto la vi y no la he olvidado, ni la olvidaré por el resto de mi vida. Cuando me dijeron que había fallecido sentí y no estoy hablando metafóricamente, que me habían quebrado el corazón y sentí como cada pedazo caía hasta el fondo de mí. Para colmo me dicen que tengo que ser yo el que le dé la noticia a mí esposa. Me llené de falso valor y fui hasta donde estaba ella en su habitación (bueno compartida con 20 mujeres más) estaba dormida, la desperté y ella me sonrió (eso hizo más difícil mi misión) no sabía cómo decírselo, y le tomé la mano y recuerdo que le dije: nuestra muchachita se murió.
Hasta ese momento no había llorado aunque estaba destrozado. Estaba triste, furioso, sí furioso con Dios porque pensaba que no era justo lo que él me estaba haciendo. Fui a casa de mi mamá, no sabía qué hacer ni qué decir. No quería que me hablaran ni hablar. Y luego de un buen rato en un cuarto de la casa de mi mamá simplemente exploté. Lloré como creo que nunca en mi vida lo había hecho, gritaba y gemía, tanto que le partía el alma a mi hermosa mamá, dice ella aun: nunca lo he visto así.
En ese momento la sombra del dolor me había cubierto por completo. Ahora mismo cuando estoy escribiendo esto mis lágrimas están corriendo por mi cara. En ese momento no quería saber nada de Dios ni de palabras de consuelo. Mucha gente que me aprecia pasó por ese cuarto donde me enclaustré y me decían lo que se acostumbra a decir en esas ocasiones de dolor. Pero hubo alguien, una joven de la iglesia, no muy espiritual cómo ella decía que dijo estas palabras: “Yo no sé mucho de Biblia, y no sé decir cosas que animen pero te digo esto: Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo. Tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Eso está en alguna parte de la Biblia” y se fue.
Pasó mucho tiempo, y cuando digo mucho es mucho tiempo, y yo meditaba en esas palabras de esa joven, yo sabía que era el versículo 4 del Salmo 23, porque ese es mi salmo favorito. Un día sentado en la sala de mi casa recordé ese pasaje (yo seguía muy molesto con Dios, pero no se lo decía a mi esposa) tomé mi Biblia, y lo leí creo que como 20 veces… y fue cuando me detuve en la parte final del versículo: “Tu vara y tu cayado me infundirán aliento” oré en ese momento al Señor (tenía mucho tiempo que no lo hacía) y recuerdo que dije algo como esto: “Señor, tengo tiempo que no te hablo, tu lo debes saber y también el porqué no lo hago, este pasaje dice que tu vara y tu cayado me infundirán aliento, si de verdad te importo algo (repito, yo estaba muy molesto con Él) infúndeme ese aliento, porque no tengo ganas de vivir siquiera, me siento decepcionado de ti” recuerdo que ni amén dije.
Me levanté de donde estaba y salí al patio de la casa, mi esposa estaba cocinando y me detuve en medio de ese patio y miré al cielo y sentí una paz, indescriptible, algo como si me hubiesen quitado un peso enorme de encima. Mi esposa me llamó a comer, comimos y no le dije nada de lo que sentía. La invité a dar un paseo, caminamos por el pueblo, hablamos de todo, llegamos a casa y por primera vez en casi un año hablamos de la muerte de la bebe. Por primera vez lloramos juntos, nos desahogamos mutuamente, ella sentía lo mismo que yo (rabia) y no lo hablábamos, pero fue necesario que Dios me consolara a mi primero para poder hablar de eso.
En ese momento entendí que Dios, a través de su Espíritu Santo me había dado consuelo, su hermoso consuelo divino, para que yo pudiera apoyar a mi esposa. Había una luz en medio del Valle de Sombra del dolor (como yo lo llamo, cambio la palabra muerte por dolor). No hay nada más exquisito que sentir el consuelo de mi Dios. En ese momento me di cuenta que ya no estaba enojado con Dios. Le pedí perdón, y sé que me perdonó por eso. Aun sigo sin entender porqué permitió Él que yo pasara con eso, pero no me importa porque no soy quién para cuestionar al Creador del Universo.
Desde ese momento comencé a buscar conocerle más a Él, no solo a saber acerca de Él, sino a conocerle personalmente, a establecer una relación más íntima. Le doy gracias a Él porque a través de esa experiencia he podido soportar tres casos más de dolor de pérdidas de otros bebes. Ha sido muy doloroso cada caso, pero Dios me había preparado para cada uno de ellos.
Hoy día no tengo hijos, pero le agradezco a Dios por haberme dado un corto minuto al lado de Karla, ese minuto que me sentí papá, es el que Dios usa para consolarme cada día. Le doy gracias al Señor por cada joven que se acerca a mí y me dice que me siente como su papá, eso me hace muy feliz y trato de que cuando le aconsejo hacerlo como si realmente fuese mi hija o mi hijo. Todo el amor que no he podido dar a mis propios hijos lo vuelco sobre esa o ese joven que aconsejo.
Al terminar de escribir esta experiencia, no han parado de correr las lágrimas por mis mejillas, me doy cuenta que aun necesito la sanación de Dios para mi vida en este tema, pero el hecho de que lo comparta es un avance, y yo sé que lo que mi buen Dios comienza LO PERFECCIONA, y sé que Él sanará completamente mi corazón.

Oración: Gracias Señor, porque un día me tocaste para darme consuelo, pasaste tu mano por mi cabeza mientras me decías: “Yo sé lo que estás sintiendo, lo que estás pensando, solo confía en mí que yo sé lo que hago. Tienes mi Espíritu Santo para que te consuele y guíe por sendas que desconoces”. Aun no comprendo qué quieres conmigo Señor, solo sé que confío en ti. Amén

Experimentando a Dios en mi Vida: El Señor ha permitido que mucha gente me dé su explicación de por qué creen ellos que Dios ha permitido que pase por esas situaciones, yo lo escucho pero sé que la verdadera razón solo la sabe Dios. Él ha permitido que le experimente en mi vida de diferentes y extrañas maneras y se lo agradezco. Le agradezco por permitirme conocer a muchachos que necesitan el consejo y a veces solo el cariño de un padre y yo he estado ahí para suplir en algo esa carencia, a la vez que me permite sentirme como papá. GRACIAS Señor por tu consuelo y tu paz. TE AMO POR ESE MINUTO ETERNO QUE ME REGALASTE. Eres y serás siempre un Tesoro especial en mi vida, TE AMO.

lunes, 30 de marzo de 2009

La verdadera riqueza



Cuando era niño asistí a una escuela pública, ahí habían estudiados todos mis nueve hermanos mayores y yo no podía ser la excepción, recuerdo que era un muchacho muy sociable que le gustaba hablar mucho con todo el mundo (aun no he cambiado eso, y espero no hacerlo) y eso me hacía sacar cualquier tema de conversación posible, y mi pasatiempo favorito era ver televisión (aun tampoco he cambiado eso, solo que ahora tengo menos tiempo para hacerlo) y contaba muchas cosas de las comiquitas que veíamos todos los chicos de esa época, un día conté lo mucho que me gustaba el traje azul de Spiderman (Hombre araña) y noté que la mirada de mis amigos había cambiado y yo no entendía lo que estaba sucediendo: ¿Qué dije? ¿Qué los ofendió? Hasta que unos de ellos habló y me dijo: ¿Cómo sabes que es azul? A lo que respondí: “porque lo veo todos los días” y la mirada de ellos se hizo más extraña y ya me estaba sintiendo un poco nervioso porque no entendía nada, y el mismo amigo me preguntó: ¿en tu casa hay televisión a color? Y yo dije: Sí, desde hace mucho tiempo. Y los chicos me hicieron una pregunta que pareció la más extraña que me habían hecho en mi vida: ¿Tú eres rico? Y yo me reí y dije: “Claro que no, ¿cómo se les ocurre eso?” es que ninguno de nosotros tenemos.
Ahora, unos cuantos “añitos” después, me pongo a pensar en esa situación de mi infancia, obviamente no éramos ricos en mi familia en aquel entonces, ni ahora menos, pero me di cuenta que teníamos ciertas comodidades que mis compañeros no tenían, para mí en ese entonces eso no llamaba mi atención, porque crecí así pero no apreciaba los esfuerzos que había hecho mi papá (a quien llamamos en casa “Mi Paíto”) por darnos algunas comodidades, el era en ese entonces un obrero de una central azucarero (fábrica de azúcar) trabajaba tres turnos, se esforzaba por mantener a doce adorables criaturas, claro que no éramos ricos, pero teníamos algunas cosas que para mí en ese entonces creía que todo el mundo las tenía, eso hacía que no valorara ese tipo de cosas.
Hoy día como hijo de Dios que soy, pienso que Dios nos ha colmado de bendiciones y “riquezas” que no apreciamos porque pensamos que las merecemos o que todos las tienen, así como yo creía de pequeño, Dios nos da muchísimas cosas que a veces pasan desapercibidas en nuestras vidas y que no las valoramos y claro que nos las agradecemos porque sentimos que es normal tener eso o que eso me pase.
Cuando menciono riquezas no me refiero solo a lo material, sino aquellas cosas valiosas que Dios nos da y que son imprescindibles en nuestras vidas, cosas que tenemos y que no le damos el justo valor que tienen, aquí les enumero algunas:
1. Poder ver
2. Poder oír
3. Poder tocar
4. Poder probar
5. Poder sentir
6. Poder reír
7. Poder amar
Las cosas más preciadas de la vida, no se pueden construir con la mano, ni comprar con dinero. Solo un Dios tierno y amoroso nos da cosas que nos son útiles, pero que nosotros creemos que es natural que las tengamos, y hasta creemos que las merecemos.
He aprendido con la ayuda de Dios, que Él nos provee ciertas cosas para que:
1. Las usemos para nuestro beneficio o uso personal. Él quiere que estemos bien y sabe de qué cosas necesitamos (Filipenses 4:11-13)
2. Las usemos en ayudar a otras personas. Dios nos bendice para que seamos de bendición a otros, Él no quiere que nos quedemos con los brazos cruzados viendo la necesidad de otros. (Génesis 22:18; Lucas 10:27; Santiago 2:8)
3. Las usemos para adorar, agradecer y glorificar a Dios. Dios quiere que seamos agradecidos con él por lo que nos da, y que demostremos ese agradecimiento constantemente. (Salmo 96:8)
A cada instante Dios nos bendice y hace regalos maravillosos que solamente hay que abrir los ojos para poder apreciarlos, el solo hecho de ver la creación notamos el sello de Dios que dice: “Hecho en el cielo para ti” bueno así lo aprecio yo, el milagro de la vida que Dios a cada instante realiza en la creación, se hace evidente en cada niño, en cada cosa sencilla que sucede como una flor que se abre o un pájaro que vuela. Cuando presencio y medito en todo esto, me dan ganas de caer de rodillas y alabar el nombre de Dios. Comprendo la poesía del salmista que alaba la creación:

Los cielos cuentan la gloria de Dios,
el firmamento proclama la obra de sus manos.
Un día comparte al otro la noticia,
una noche a la otra se lo hace saber.
Sin palabras, sin lenguaje,
sin una voz perceptible,
por toda la tierra resuena su eco,
¡sus palabras llegan hasta los confines del mundo!
Salmo 19:1-4

Oh SEÑOR, soberano nuestro,
¡qué imponente es tu nombre en toda la tierra!
¡Has puesto tu gloria sobre los cielos!
Por causa de tus adversarios
has hecho que brote la alabanza
de labios de los pequeñitos y de los niños de pecho,
para silenciar al enemigo y al rebelde.
Salmo 8:1-2


¡Vivir es maravilloso! ¡Cuántas cosas podemos hacer con la vida que Dios nos da! Podemos amar, compartir las emociones del corazón con otros y hacernos solidarios con sus alegrías y dolores. Podemos servir, gastar de lo nuestro en hacer felices a otros. Podemos construir con el trabajo y esfuerzo, un mundo mejor.
Para el cristiano, la vida es mucho más: sabe que nadie es dueño de su destino y por eso la vive aquí provisionalmente, esperando la vida definitiva que Dios nos dará en la eternidad. Recibe los dones de la vida como regalos de Dios para servicio a los demás. Piensa que jamás ha llegado al fondo del deber y camina hasta el fin en busca del ideal. Sabe que sin Dios nada se puede hacer (Juan 15:5); nada eterno puede construir, y busca a Dios afanosamente en la oración y el trabajo; en la adoración y el servicio.
Tenemos la certeza de que Jesucristo, desde aquí abajo construye en cada una de nuestras vidas temporales, la vida eterna. Por eso esperamos… apoyados en nuestra fe, nuestra propia resurrección. Esperamos “cielo nuevo y la tierra nueva” donde habitará la justicia, y todo será luz y felicidad, porque Dios vivirá con su pueblo, enjugará todas las lágrimas, y “ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor, porque las primeras cosas habrán dejado de existir”. Y como Dios ha prometido: “Hará nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21: 1-5)
¡Qué bello es vivir cuando Jesucristo es “en nosotros la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27)

Oración: Gracias Señor, por tu bondad y gran misericordia. Porque me has colmado de riquezas que antes no apreciaba, pero que ahora me has hecho ver y entender que son mi riqueza más preciada. Gracias por darme la facultad de ver, oír, gustar, sentir, reír y amar. Por la salvación de mi alma que es la mejor posesión que me has dado. Y por darme la oportunidad de comunicar a otros tu precioso nombre.

Experimentando a Dios en mi vida: Si hoy me preguntaran aquellos compañeros de primaria: ¿Eres rico? Mi respuesta sería diferente, les diría: ¡¡¡Sííííííííí!!! Porque verdaderamente Dios me ha hecho muy rico. No materialmente, pero sí en esas cosas que la mayoría tenemos y que no apreciamos ni agradecemos por tenerlas. Dios se ha manifestado alrededor de mi vida a través de personas maravillosas que me aman y se preocupan por mí: Mis padres, mi esposa, mis hermanos y otras muy especiales para mí. Agradezco a mi Dios cada regalo y especialmente la riqueza de conocerlo a Él cada día más, no solo conocer acerca de Él sino conocerlo a Él. Gracias mi hermoso Señor. ¡¡¡MI MAYOR RIQUEZA ES CONOCERTE Y SABER QUE ME AMAS!!!