lunes, 6 de julio de 2009

CUIDADO CON EL ENOJO (PARTE I)


Recientemente aprendí algunas cosas nuevas para mí en cuanto al enojo. Bueno primero debo confesarme y decir que me enojo fácilmente, pero he aprendido a controlar ese enojo para no dañar a otras personas. Bueno, eso pensaba yo hasta que recibí este estudio porque aprendí que el enojo nos afecta a nosotros mismos y afecta nuestras relaciones con Dios, con la familia y con los demás. No basta con no explotar contra alguien, igualmente afecta a nuestras vidas y nuestro entorno.
Del enojo brotan tres emociones distintas: temor, frustración y ofensa. En realidad, cuando analizamos el enojo en su nivel más profundo, descubrimos una conexión que vincula todos los aspectos del enojo: las expectativas insatisfechas.
La frustración es no recibir lo que esperábamos de los demás o de las circunstancias. La ofensa es cuando no oímos las palabras ni recibimos lo que esperábamos de los demás o de las circunstancias. El temor es el pavor de que lo que esperamos no ocurra como lo deseamos, o la expectativa de que va a ocurrir algo malo. El proceso mediante el cual el temor provoca enojo es relativamente sencillo: usamos el enojo para lidiar con el temor.
¿Qué efecto tiene el enojo en nuestras relaciones? Uno de los resultados más comunes del enojo es el distanciamiento de las demás personas, una renuencia e incapacidad para permitir que los demás se acerquen. Parece bloquear nuestra capacidad de dar y recibir amor. Un segundo resultado del enojo es la ceguera espiritual o el sentirse distanciado o alejado de Dios. Parece que cuanto mayor es el enojo de una persona, tanto más difícil es que esa persona tenga desarrollada una significativa vida espiritual. El enojo puede funcionar como un interruptor automático, que apaga la luz espiritual que pudiera estar brillando dentro de nosotros e iluminando a los demás. 1 Juan 2:9 dice: “El que dice que está en luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas”.
Otro resultado del enojo es un pobre concepto de sí mismo, es decir, un alejamiento de sí mismo. En ese caso el enojo y el pobre concepto de sí mismo están tan entrelazados y son tan tortuosos que es difícil de separar las causas y los efectos. Digamos que el sentido personal de ser, o los límites de un niño, o un adulto, fueron violados drásticamente y tal vez reiteradamente. La ofensa, la frustración de sentirse desamparado y el temor conducen al enojo. Y ese enojo puede volverse constante y tomar esta forma: “No puedo valer mucho si los demás, y la vida, me tratan así”. El enojo provocado por la conducta o las actitudes de alguna otra persona puede convertirse de inmediato en enojo o culpa dirigidos hacia uno mismo. Tal enojo que se esconde se convierte en depresión.
El último “distanciamiento” es el distanciamiento de la madurez. Este está relacionado con todos los mencionados anteriormente. El enojo no resuelto paraliza nuestro nivel de madurez emocional casi donde estaba cuando ocurrió la ofensa. Supongamos que sus padres se divorciaron cuando usted tenía doce años. Usted quedó devastado, y el “contenedor del enojo” dentro de usted comenzó a llenarse. Con toda probabilidad, usted también se atascó cerca de ese nivel emocional. Quizá tenga un cuerpo de adulto, pero probablemente tenga el corazón de un niño herido de doce años de edad. Quizás usted no sea la persona enojada pero vive con una. En tal caso, usted pudiera hallarse preguntando de cuando en cuando: ¿Por qué dice esas cosas sin sentido que nos hieren? ¿Por qué es tan infantil?
El enojo tiene el poder de mantenernos desdichados. Jesús desea que usted y yo nos llenemos de gozo. ¿Está el enojo privándolo de su gozo? Juan 16:33 dice: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”
El enojo no resuelto y la culpa pueden encarcelarnos, cegarnos y hacernos desdichados. Por el contrario, es cierta la frase que dice: “La libertad es un estado de la mente” Podemos librarnos del enojo no resuelto. Tal vez necesite entender más y recibir más ayuda para librarse, pero esa libertad está a su alcance. Y la clave es permanecer enamorado de la vida y para la vida.
Muy pronto estaré escribiendo sobre los siete pasos para librarse del enojo…

Oración: Señor, tú que das gozo a la vida y que más que dar el gozo tú eres el gozo de la vida, llena nuestras vidas de tu presencia, de tu gozo y de tu amor. Sana nuestras vidas del enojo causado por el temor, la frustración y la ofensa.

Experimentando a Dios en mi vida: Cuando yo pensaba que sabía manejar mi enojo, Dios me mostró a través de un estudio sencillo que estaba equivocado. Es necesario notar cómo actuamos y reaccionamos con otras personas y con nosotros mismos. Él quiere sanar nuestras vidas y limpiarnos de toda amargura… GRACIAS POR SER EL GOZO DE MI CORAZÓN… TE AMO CADA DÍA MÁS!!!